Todos nosotros, si estamos en íntima relación con Dios, experimentamos el hablar en lenguas |
“Fernando, leo con frecuencia
las respuestas a los interrogantes que le envían desde diversos países. Le
confieso que soy un cristiano que batalla con los deseos de la carne. Aunque tengo
27 años, soy casado y padre de un niño, me enfrento a muchos deseos. Creo que
esa es la razón por la que no tengo el Espíritu Santo. Los demás ya han sido
bautizados con fuego, hablan en lenguas y yo aún no; lo comprendo y creo que es
por mi pecaminosidad. ¿Será que algún día podré hablar en lenguas?” J.B.A.
desde Montevideo, Uruguay.
Respuesta:
Días antes de la pasión,
muerte y resurrección del Señor Jesús, él dijo a sus discípulos “Sin embargo, os digo la verdad. Os conviene que
me vaya, porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros. Pero al
irme, os lo enviaré. Y cuando él venga convencerá al mundo de pecado, de
justicia y de juicio”(Juan 16:7, 8).
Esa es su forma de cumplir una
maravillosa que hizo a sus seguidores: “Y yo
estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”(Mateo 28:20 b).
El Maestro les pidió que se
quedarán en Jerusalén porque ellos recibirían el poder necesario para serle
testigos “… hasta lo último de la
tierra”(Hechos 1:8).
La experiencia de Pentecostés se repite en nuestros días cuando caminamos en intimidad con el Señor Jesús |
El anuncio tuvo su
cumplimiento cuando estando juntos en el aposento alto “Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y empezaron a
hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía que hablasen”(Hechos
2:4).
Observe dos aspectos de suma
importancia. El primero, que absolutamente la totalidad de los presentes—porque
no huno ningún impedimento—recibieron la llenura espiritual. El segundo, es que
el Espíritu Santo se manifestó en nuevas
lenguas “…según el Espíritu les concedía que
hablasen”.
Pero aquí, sin duda, se
produjo un fenómeno particular. Los congregados en el lugar hablaron lenguas
espirituales que Dios sí entendía; pero milagrosamente, también, otro grupo
hablaba en idiomas conocidos por quienes venían de territorios lejanos. “Estaban atónitos y maravillados, y decían:”¿No son
galileos todos estos que hablan?¿Cómo, pues, les oímos hablar en nuestra lengua
nativa?”(Hechos 2:7, 8).
Hablar en lenguas
El hablar en lenguas no es el
único indicio de que usted tiene el Espíritu Santo. Recuerde que lo recibió
cuando aceptó en su corazón al Señor Jesús como único y suficiente Salvador.
El apóstol Pablo advierte que “...hay diversos dones, pero el Espíritu es el mismo. A
cada uno le es dada manifestación del Espíritu para el bien común” (1 Corintios
12:5, 7).
A continuación describe que
entre los dones se encontraban la palabra de sabiduría, la palabra de ciencia,
la fe, el don de la sanidad, la operación de milagros, el discernimiento de
espíritus, la diversidad de lenguas y la interpretación de las mismas. “Pero todas estas cosas, las efectúa uno y el mismo
Espíritu, y reparte a cada uno en particular como él quiere”(1 Corintios
12:7-11).
¿Se da cuenta que no solo
quien habla en lenguas manifiesta en su vida la presencia del Espíritu Santo?
Ahora, el apóstol Pablo recomienda: “Por eso, el que habla en otra lengua, pida
que se interpreta. Porque si yo otro en otra lengua, mi espíritu ora, pero mi
entendimiento queda sin fruto”(1 Corintios 14:13, 14).
Sin duda el Espíritu se está
manifestando en su existencia en consonancia con la consagración con la que
camina delante de dios. ¿Deseos? A todos los seres humanos nos siguen
asaltando, aún cuando somos creyentes. El secreto está en depender del Señor
Jesucristo para que nos fortalezca y podamos vencer la tentación.
El que no hable en lenguas no
necesariamente señala que no tiene la presencia del Señor en usted.
Pablo dijo a los creyentes de
Corintio: “...Procurad los mejores
dones...”(1 Corintios 12:31), dejando cimentado el hecho de que
usted puede también pedir a Dios el don de hablar en lenguas, y sin duda lo
recibirá.
Ese mismo Dios de poder y de
gloria es el que le concederá la fuerza necesaria para vencer la naturaleza
pecaminosa y avanzar con solidez hacia el crecimiento personal y espiritual.
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