La violencia intrafamiliar tiene muchas formas de manifiestarse |
“Llevo siete años compartiendo la vida con
una esposa que, reconozco, es maravillosa. Tenemos dos hijos. Las relaciones se
han deteriorado bastante. Reconozco que me salgo de casillas. Mi esposa se
desespera, y con razón, porque si ella no me da la razón siempre, pues estallo.
Por momentos no se qué hacer. Pido a Dios que me ayude en todo esto, y a
ustedes, que me orienten.”
P.L.B., desde Salaverry,
Perú
Respuesta:
El problema, sin duda, no
está en su familia sino en usted. Esa situación tiene dos direcciones hacia las
cuales le aconsejo que se encamine. La primera, Dios. Sin duda, reconocer que
ha cometido errores es ya un buen indicio. Revisar dónde están los errores y
disponerse a corregirlos.
El segundo aspecto es que, en mi humilde criterio, es
bueno que se entreviste con un sicólogo cristiano. Hay situaciones de su niñez
que debe revisar, porque usted mismo quedó marcado por hechos que hoy le llevan
a repetir el mismo comportamiento violento que apreció.
Ahora, algo que está en sus manos en pedirle a Dios que
le ayude a detener la cadena de la violencia intrafamiliar que le afecta a
usted—por la crisis que desencadena un episodio violento—pero también a su
cónyuge y a los hijos.
Esa
es la razón por la que infinidad de jovencitos hoy día, literalmente detestan a
sus padres. Las relaciones se tornan tensas o sencillamente se rompen. El asunto
es que las heridas provocadas por la violencia intrafamiliar persisten en el
tiempo y terminan por convertirse en una cadena, ya que quien ha sido
maltratado en la niñez, una vez tiene su propio hogar, repite el mismo patrón
de comportamiento.
¿Cuál es el
origen del problema?
Los hijos son los más perjudicados con la violencia intrafamiliar |
Generalmente la violencia intrafamiliar tiene origen
en uno de los cónyuges, principalmente en el esposo. En su niñez o adolescencia
apreció—alrededor suyo—un comportamiento violento entre los cónyuges que inconscientemente
le llevó a legitimar las agresiones como algo normal en una familia.
Las
formas violentas se exteriorizan con ataques físicos así como palabras
vulgares, que terminan siendo una forma verbal y en algunas ocasiones, gestual,
de un ataque a quienes se considera, tienen menos fuerzas para defenderse.
En
los Estados Unidos se estima que diariamente hay un promedio de 984 casos
reportados—vía telefónica—de violencia intrafamiliar. En Europa se estima que el promedio diario es
de 526 casos. En Latinoamérica es de 430 casos por día. En criterio de los
especialistas, la violencia intrafamiliar es una epidemia.
La especialista, Laura
Rocío Mendoza, explica que se conoce de la violencia intra familiar no solo por
“….
sus consecuencias a nivel personal y familiar sino también en la
comunidad y sociedad en general. Recordemos que estas consecuencias son
variables y dependen de las circunstancias del abuso, las características
personales del niño, en especial su edad, y del entorno que lo rodea; que pueden
desaparecer al poco tiempo, o durar toda una vida; que las víctimas no sólo
presentan cambios a nivel físico, es decir, moretones, huesos rotos, sangrados
e incluso la muerte, sino también pueden presentar alteración en el desarrollo
del cerebro y su estado emocional.”(Laura Rocío Mendoza. Especialista de la
Universidad del Norte, Colombia)
¿Cómo
se identifica que la familia está siendo afectada, y en particular los hijos?
Los niños por lo general se aíslan, sienten miedo frecuente y una gran desconfianza;
sienten poco amor propio (autoestima baja), sufren de depresión y tienen
dificultades para relacionarse con las personas que los rodean; se detectan
problemas en el aprendizaje y en el lenguaje llevando a un bajo rendimiento
escolar que incluso puede llegar hasta el abandono de la escuela; su
comportamiento se torna violento y puede existir alteración en su personalidad.
El
siquiatra caleño, Omar Fernando Salazar Corrales, asegura que “Una de las secuelas más comunes de la
violencia en el hogar es la baja y pobre auto imagen y auto estima con la que
pueden crecer las víctimas. Esto las hace fácilmente manipulables y les
predispone al maltrato por el resto de su vida. Cuando el maltrato es repetitivo
y prolongado, puede dañar en los niños la capacidad de confiar y amar a los
demás, lo cual no solo afecta su vida afectiva, sino que condena a la persona a
la soledad, al aislamiento y al consiguiente empobrecimiento de las relaciones
con otras personas…”(Omar Fernando Salazar Corrales. Artículo “Maltrato infantil:
Un trauma que deja huella”. Revista Salud y Familia. Cali-Colombia. Página 18)
Detener la cadena violenta
Como cristianos comprometidos, estamos llamados a
edificar familias sólidas. A poner freno al maltrato intra familiar. Este
proceso implica no solamente sanar nuestras propias heridas—mediante un proceso
de sanidad interior en el que nuestro Señor Jesús juega un papel
protagónico—sino también, procurar subsanar las heridas que le hemos causado a
los miembros de nuestro hogar.
¿Cómo
lo hacemos? Midiendo cuidadosamente nuestras acciones y nuestras palabras. El
apóstol Pablo escribió: “No empleen un lenguaje grosero ni ofensivo. Que todo
lo que digan sea bueno y útil, a fin de que sus palabras resulten de estímulo
para quienes las oigan. No entristezcan al Espíritu Santo de Dios con la
forma en que viven. Recuerden que él los identificó como suyos, y así les ha
garantizado que serán salvos el día de la redención. Líbrense de toda amargura,
furia, enojo, palabras ásperas, calumnias y toda clase de mala
conducta.”(Efesios 4:29-31. NTV)
Si
controlamos con ayuda de Dios nuestros pensamientos, controlaremos las
reacciones y, por ende, las frases que utilizamos cuando estamos molestos.
Si
nuestras inclinaciones violentas nos dominan, no cabe duda que estaremos
contribuyendo a dañar a nuestra familia, como lo enseñan las Escrituras: “Los necios dan rienda suelta a su enojo, pero los sabios
calladamente lo controlan.”(Proverbios 29:11. NTV)
No
hay excusa para no moderar nuestro comportamiento. Argumentar que la violencia
es algo biológico, es engañarnos y de paso, justificar que estamos haciendo las
cosas de manera equivocada.
¿Y qué de las
heridas emocionales?
Las heridas que produce la
violencia intrafamiliar marcan para siempre. En el caso de que el
comportamiento violento sea recurrente, los chicos al llegar a la edad de la
adolescencia, tienen un riesgo mayor de
involucrarse en problemas de delincuencia, drogas, alcohol y conductas sexuales
inadecuadas.
El
siquiatra especializado en infancia, Omar Fernando Salazar Corrales, explica
que: “La experiencia del maltrato puede
hacer que el niño crezca con muchos miedos, lo que le priva de emprender
relaciones y actividades nuevas; se tornan inseguros, pasivos, retraídos y con
temor al fracaso o se genera en ellos temor a la crítica o desaprobación de los
padres. Otra posible consecuencia son los sentimientos crónicos de tristeza y
vacío y síntomas depresivos que pueden obligar tratamiento por parte de
profesionales… También el maltrato puede traer como consecuencia una escuela de
estrés post traumático, mediante el cual a través de pesadillas puede revivir
la situación… Este trastorno puede aparecer años o incluso décadas después del
maltrato recibido…”(Omar Fernando Salazar Corrales. Artículo “Maltrato infantil:
Un trauma que deja huella”. Revista Salud y Familia. Cali-Colombia. Página 19)
Una
de las secuelas tristes es que los hijos de hogares donde prevaleció la
violencia intrafamiliar, tienden a repetir el mismo patrón de comportamiento.
¿La razón? Los cinco primeros años de
la vida dejan una marca imborrable para toda la vida, para bien o para mal. Por
eso, el privar a un niño de amor es como privar de fertilizante a un árbol que
empieza a crecer, pero el golpearlo es como echarle veneno, lo va a terminar de
matar psicológicamente y emocionalmente, o mejor va a crecer herido de muerte.
Lo grave
del asunto es que el menor no puede defenderse, como tampoco la esposa que es
blanco de la violencia por parte de su marido.
En el caso de los niños, su mente apenas empieza a desarrollar ciertos
mecanismos de defensa para poder filtrar y analizar lo que ve y oye. Su mente
es como una esponja: recibe todo. No tiene capacidad para decir esto es verdad
o no es verdad, lo que dicen es justo o injusto.
Si le permitimos a Dios gobernar nuestro hogar, nos asegura comprensión y armonía en la familia |
Hijos marcados para la violencia
Por eso los mensajes- en este caso los golpes—les marcan
para siempre. Conforme van creciendo, buscan alguna salida para “anestesiarse” del dolor que les produce
el maltrato, de ahí los comportamientos de riesgo a los que se ven abocados. No
olvide que todos tenemos una necesidad
innata de recibir amor. Si los hijos reciben de sus padres amor, crecerán y se
desarrollarán psicológicamente sanos.
Quien
propicia la violencia intrafamiliar, en este caso el maltratador, si dispone su
corazón para Dios, puede cambiar. Recuerde que generalmente es una persona
aislada, no tiene amigos cercanos, sufre de celoso (celotipia), y baja
autoestima que le ocasiona frustración; debido a eso se genera en actitudes de
violencia.
El
proceso de cambio comienza cuando, quien maltrata, reconoce su error pese a que
la violencia doméstica no siempre resulta fácil de definir o reconocer. Si lo
hace, el proceso de traer bienestar a su familia llevará a cambios en las
relaciones que ayudarán a subsanar el daño causado.
Recuerde
que si el cónyuge maltratado permanece a nuestro lado, obedece a varias
razones. Una de ellas, el temor al qué dirán cuando amigos y familiares se
enteren de la situación. La otra, algo que se conoce como co-dependencia. A
pesar de que la situación es grave, no quieren que los hijos crezcan sin alguno
de sus padres, les preocupa no poder mantenerse a sí mismos y a sus criaturas,
se creen culpables o, simplemente, tienen esperanzas de que el problema mejore.
Dele lugar a Dios
A menos que Dios intervenga, es improbable que suceda. Quien nos conoce hasta en la fibra más
íntima, es nuestro amado Dios. Él nos hizo, conoce nuestros defectos y puede
ayudarnos a cambiar. Recuerde lo que escribe el salmista: “El Señor examina tanto a los justos como a los
malvados y aborrece a los que aman la violencia.”(Salmo 11:5. NTV)
Nuestro amoroso Padre celestial conoce todo lo que hay
dentro de nosotros, y también, cuando nos dejamos arrastrar por la violencia
sin hacer el más mínimo esfuerzo por controlarla. Cuando nos disponemos para
cambiar, Dios nos ayuda.
Uno
de los pasos esenciales es aprender a controlar nuestras reacciones airadas: “Comenzar una pelea es como abrir las compuertas de una
represa, así que detente antes de que estalle la disputa.”(Proverbios 17:14.
NTV)
Nadie
puede argumentar que haya pedido a Dios la fortaleza para cambiar un
comportamiento violento y no lo haya obtenido, porque si algo quiere el Señor,
es ayudarnos en el proceso de transformación personal y espiritual.
Además,
leemos en las Escrituras que nuestro Padre celestial desea que le prodiguemos
un trato amoroso a los miembros de la familia: “De la
misma manera, ustedes maridos, tienen que honrar a sus esposas. Cada uno viva
con su esposa y trátela con entendimiento. Ella podrá ser más débil, pero
participa por igual del regalo de la nueva vida que Dios les ha dado. Trátenla
como es debido, para que nada estorbe las oraciones de ustedes.”(1 Pedro 3:7.
NTV)
Jamás
olvide que si permitimos a nuestro amado Creador que gobierne la familia, no
solamente lograremos superar las crisis sino que, además, alcanzaremos
estabilidad, armonía y paz interior. No estamos solos. Nuestro Padre amoroso
desea ayudarnos en el proceso.
No
deje pasar este día sin que le abra las puertas de su corazón a Jesucristo. Le
aseguro que no se arrepentirá. Si tiene alguna inquietud, escríbanos a webestudiosbiblicos@gmail.com o
llámenos al (0057)317-4913705
© Fernando Alexis Jiménez
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