Aprender a expresarnos mejora nuestras relaciones interpersonales o las resquebraja... La decisión está en sus manos |
“El
sábado anterior, mientras hablaba con mi esposa, me dijo que estaba dispuesta a
separarse. Me inquietó porque no tenemos mayores problemas; sin embargo, cuando
hablamos, me contó de algo que le molestó hace dos años. Fue en medio de una
discusión. Le dije algo que le molestó y ha seguido guardando esa incomodidad
todo este tiempo. Estoy dispuesto a cambiar, y no se qué pensar, sinceramente,
ni por dónde comenzar”
L.J.P.,
desde Managua, en Nicaragua
Respuesta:
El primer cambio que
usted debe emprender, en el proceso de recobrar esa relación matrimonial, es
medir cuidadosamente el alcance de las palabras porque es justamente a través
de lo que dice, que ha causado mucho dolor a su esposa.
Las palabras edifican
o destruyen. A través de lo que decimos, sentamos las bases para unas buenas
relaciones, para estimular a otras personas a obrar bien, a seguir su proceso
de cambio o modificar comportamientos, pero también por medio de lo que decimos
se genera desaliento.
¿Mide usted el alcance
de sus palabras con su cónyuge o con sus hijos? Probablemente les haya herido
sin proponérselo. Reaccionan con rebeldía o tal vez con resentimiento. El
factor determinante para ese comportamiento han sido sus palabras. Tal vez causó
profundas heridas que han dejado huellas imborrables.
¿Ya evaluó cómo andan
sus relaciones interpersonales? Hoy es esencial que haga un alto en el camino
con el fin de determinar si ha provocado daños emocionales y de qué manera
puede aplicar correctivos, con ayuda de Dios. Recuerde siempre que cambiamos la
forma de hablar, cambia nuestra vida y mejora el trato con nuestro cónyuge y
los hijos.
¿Dónde comienza todo?
Quizá en su familia ha
experimentado lo doloroso que es convivir con un cónyuge agresivo, que no sabe
expresarse y causa daño con sus palabras. Su condición violenta que se
manifiesta con lo que dice, tiene varios factores de origen.
Los especialistas
coinciden en asegurar que puede originarse en la infancia y proceso de
adolescencia. Termina replicando el comportamiento que aprendió de sus padres,
entre ellos, los vocablos vulgares. Un segundo elemento, lo constituyen las
amistades. Terminan ejerciendo una influencia negativa en su forma de pensar y
de actuar. Le sigue la influencia de los medios de comunicación y se continúa
con el entorno social. Aprendemos de manera inconsciente de cuanto vemos y
oímos alrededor.
La cultura es otro
factor determinante. Quizá nos criaron con la convicción de que en una selva de
cemento sobreviven los más agresivos, agresividad que se manifiesta con
palabras soeces.
Sus palabras revelan lo que guarda el corazón
Los seres humanos
somos reactivos por naturaleza.
Terminamos obrando a partir de estímulos, y si sentimos que alguien nos agrede,
respondemos con la misma intensidad o aún con una intensidad mayor a la que nos
provocó. El Señor Jesús advirtió: “Una persona buena produce cosas buenas del
tesoro de su buen corazón, y una persona mala produce cosas malas del tesoro de
su mal corazón. Lo que uno dice brota de lo que hay en el corazón.”(Lucas 6:45.
NTV)
Sobre esa base, si no
hay una renovación de nuestro mundo interior, nuestras reacciones pondrán de
manifiesto la amargura, odio, resentimiento, dolor y todos los sentimientos
negativos que anidamos.
Dios
desea ayudarnos en el proceso de transformación, para que no sigamos
destruyendo a la familia a partir de palabras hirientes; sin embargo, el Señor
no nos obliga. Es una decisión nuestra y nada más que nuestra, como escribe el
apóstol Pablo: “Líbrense de toda amargura, furia, enojo,
palabras ásperas, calumnias y toda clase de mala conducta.”(Efesios 4:31.NTV)
Si disponemos el
corazón, nuestro amado Padre celestial nos ayuda en el proceso de cambio y
crecimiento—tanto personal como espiritual—que terminará ejerciendo una
influencia positiva y transformadora en el hogar.
No se deje provocar de los demás
Cuando tenemos alguna
diferencia con nuestro cónyuge, lo primero que saltan son las palabras agresivas.
Cargamos nuestras expresiones de rabia, y cada frase termina siendo demoledora.
El problema es que—generalmente—hieren los sentimientos del otro. Somos reactivos y no medimos el alcance de
cuanto decimos.
El rey Salomón
aconsejó que no nos dejemos provocar, y sugiere que si nos ofenden, lo
apropiado no es responder con el mismo tono: “La respuesta apacible desvía el enojo, pero las palabras ásperas encienden los ánimos.”(Proverbios
15:1. NTV) Cuando usted responde apaciblemente, lo más probable es que su
cónyuge reconozca que está actuando de forma equivocada. Si no es así, igual,
siga guardando la compostura con ayuda de Dios.
El apóstol Pablo
insiste que nuestra forma de expresarnos debe ser mesurada siempre y bajo toda
circunstancia: “Que sus conversaciones sean cordiales y
agradables, a fin de que ustedes tengan la respuesta
adecuada para cada persona.”(Colosenses 4:6. NTV)
Ser
cuidadosos al expresarnos y responder a cuanto nos dicen, no solamente llevará
a que mantengamos unas buenas relaciones interpersonales, sino además, a evitar
causarle dolor a nuestra familia por hablar
sin pensar.
Ofrezca ejemplo con palabras y acciones
Como padres de
familia, ejercemos una poderosa influencia en nuestros hijos. Ese es el motivo
por el cual debemos ser cuidadosos cuando hablamos. No podemos desmedirnos al
decir las cosas, causando daño con nuestras expresiones.
La importancia de
brindar ejemplo la brindó el propio apóstol Pablo cuando escribió: “Amados hermanos, tomen mi
vida como modelo y aprendan de los que siguen nuestro ejemplo.”(Filipenses
3:17. NTV)
¿Y cómo brindamos
ejemplo? Cuando somos muy cuidadosos al responder a una eventual provocación de
nuestro cónyuge. Recuerde que para reñir hacen falta dos personas, pero si
usted elude la confrontación, sin duda el altercado no irá más allá, como
escribe el proverbista: “Comenzar una pelea es como abrir las compuertas de una
represa, así que detente antes de que estalle la disputa.” (Proverbios 17:14. NTV)
No olvide jamás que por grave que haya sido el incidente, usted y yo
debemos respeto al cónyuge, tal como enseñan las Escrituras: “De la misma manera, el marido debe amar a su esposa como ama
a su propio cuerpo. Pues un hombre que ama a su esposa en realidad demuestra
que se ama a sí mismo… Por eso les repito: cada hombre debe amar a su esposa
como se ama a sí mismo, y la esposa debe respetar a su marido..”(Efesios 5:28,
33. NTV)
Si disponemos nuestro corazón para ser transformados por el Señor, Él
nos permitirá imprimir cambios en nuestra forma de pensar y de actuar, y por
supuesto, en la forma como nos expresamos. Recuerde siempre—que no se le olvide
jamás—que a través de las palabras edificamos o destruimos.
Si tiene alguna inquietud, escríbanos a webestudiosbiblicos@gmail.com o
llámenos al (0057)317-4913705
© Fernando Alexis Jiménez
¿Está dispuesto a
que su familia siga así, estancada, sin cambiar? http://altarfamiliar.wordpress.com/2013/08/13/piensa-su-familia-seguir-en-el-mismo-letargo-de-siempre/
¿Desea cambiar? Haga un alto en el camino y
examine su vida http://devocionalesdiarios.wordpress.com/2013/08/13/es-necesario-hacer-un-alto-en-el-camino/
¿En qué se parecen los valientes del rey
David y quienes sirven a Dios hoy? http://www.bosquejosparasermones.com/2013/02/los-valientes-de-david-y-quienes-sirven.html
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