Dios responde con poder a nuestras oraciones |
“Amados
hermanos en la fe: Les escribo desde Guatemala. Me han gustado los temas que
han venido publicando. Me interesa sobre todo la oración. Pertenezco a ese
ministerio en mi congregación. Lo que, sinceramente me preocupa, es que muchas
de mis conversaciones no reciben respuesta. Sinceramente no se qué pensar.
¿Acaso Dios no escucha todas nuestras oraciones? Me gustaría luces al respecto,
por favor con base en la Biblia. Gracias. Lucila del Carmen García Peñate”
Respuesta:
Cuando oramos a Dios, sin duda lo hacemos porque deseamos que algo
ocurra. Esa motivación que nace en lo íntimo de nuestro ser es la razón por la
cual millares de hombres y mujeres se acercan al Señor. Quieren que se produzca
–en la dimensión física—un cambio que puede ser llevar a la dimensión de lo posible,
aquello que humanamente resulta imposible.
Ahora, una pregunta que sin duda se
formula es: ¿por qué hay algunas oraciones que no reciben respuesta?
Para
despejar ese interrogante es esencial tener en cuenta que cuando nos movemos y
obramos en fe, honramos a Dios. Si deseamos ver milagros, es necesario que en
nuestro ser haya fe. Creer, romper toda lógica humana, ver posible lo que el
mundo considera imposible.
El
escritor bíblico lo expresa de la siguiente manera: “De hecho, sin fe es imposible agradar a
Dios. Todo el que desee acercarse a Dios debe creer que él existe y que él
recompensa a los que lo buscan con sinceridad.” (Hebreos 11:6)
Por
favor, observe que si procuramos que algo ocurra, debemos estar afincados
en la fe, la convicción de que para nuestro amado Creador no hay límites.
No
obstante, hay quienes todavía no tienen claro que la oración puede desencadenar
cambios, como explica el afamado autor y conferencista, John Maxwell: “Creo que las personas no dedican mucho
tiempo a la oración porque tienen una falsa actitud en cuanto a ella. Algunos
piensan que esto es algo que solo hacen las abuelas; o piensan en las sencillas
oraciones que decían en su infancia, tales como: «Dios es grande. Dios es
bueno. Demos gracias por nuestros alimentos. Amén», o «Ahora me acuesto a
dormir…» Sin embargo, aun personas que tienen el genuino deseo de orar y han
tratado de desarrollar una vida de oración, algunas veces tienen una idea
equivocada en cuanto a ella. Piensan que para hacerlo tienen que aislarse por
completo, arrodillarse, cerrar los ojos, juntar sus manos, etc. Toman consigo
una lista de cosas por las cuales orar y la revisan metódicamente. Nada de eso
es malo ni indebido, pero esa clase de vida de oración mecánica puede llegar a
ser muy tediosa. Para la mayoría de las personas después de orar durante cinco
minutos, no tienen más nada que decir, se frustran y entonces se sienten
culpables por no tener una mejor vida de oración. Por eso no nos extraña que
hayan tantos cristianos remisos a orar. Convirtieron la oración en algo formal,
inflexible y muerto, lo que nunca fue la intención de ser. Cada vez que el
mecanismo de la oración se interpone en interpone en nuestro amor hacia Dios,
se convierte en un impedimento y no en una ayuda”(John Maxwell. “Compañeros de
oración”. Editorial Caribe. EE.UU. 1998. Pg. 18)
Haga un alto en el camino y
pregúntese: Cuando oramos, ¿estamos convencidos de que Dios responderá? Si es
así, ¿qué impide que los milagros ocurran y que lo imposible se haga
posible?¿Acaso todavía no hemos aprendido a orar apropiadamente? Estos
cuestionamientos son muy importantes, y a partir de un análisis honesto, nos
arrojarán respuestas que nos permitirán aplicar correctivos a la apreciación
que tenemos de la fe, o crecer en esa certeza de que al orar, algo
ocurrirá.
Tenga claro que no siempre
nuestras oraciones reciben respuesta, y ese hecho tiene una clara explicación,
y está relacionada con la forma como pedimos. El apóstol Santiago explica que
al orar al Señor “Aun cuando se lo piden, tampoco lo reciben
porque lo piden con malas intenciones: desean solamente lo que les dará
placer.” (Santiago 4:2, 3)
¿Comprende
la magnitud del asunto? Probablemente estamos pidiendo un auto último modelo,
no porque lo necesitamos, sino porque deseamos lucirnos ante las amistades. Por
favor, no me malentienda: No está mal pedir cosas mejores a nuestro Padre
celestial, no que no está bien es que lo hagamos para satisfacer nuestro ego.
Saber pedir a Dios en oración
Sobre esta base podemos concluir que Dios no responde a
nuestras oraciones en parte, porque pedimos lo que no nos conviene.
Recuerdo
la historia de un hermano en la fe que le pedía a Dios una moto de alto
cilindraje para ir al trabajo. Oró por mucho tiempo, hasta que el Señor le
proveyó el vehículo. Esa fue la última vez que lo vimos en la iglesia. La
pregunta es: ¿Acaso pidió lo que no le convenía? Lo más probable es que sí. Y
nuestro Supremo Hacedor, en su infinita sabiduría, sabe cuándo concedernos las
cosas.
Demos mirar entonces la oración
no como la varita mágica para que lo
que deseamos ocurra, sino como el camino de acercamiento a Dios y, si en ese
proceso de ir a Su presencia, pedimos algo, tener la certeza de que Él en su
voluntad nos responderá con aquello que nos conviene.
Las Escrituras nos enseñan de qué manera lograr que las oraciones tengan respuesta... |
El
asunto no es buscar a Dios para exigirle sino para pedirle y disponernos a
recibir lo que Él, en su infinito amor y sabiduría, quiera darnos. No exigir, insisto, sino pedir. Reconocer que Él en su infinito
poder, sabrá cuando darnos o no darnos lo que pedimos. Recuérdelo siempre:
Algunas veces Dios no responde a nuestras oraciones porque desea darnos algo
mejor.
Desarrollar la fe
La moratoria en la respuesta a
nuestras oraciones nos ofrece dos caminos: el primero, darnos por vencidos y no
seguir intentándolo; y el segundo: perseverar
en clamor hasta que las respuestas se produzcan.
El
apóstol Santiago nos enseña que las pruebas, antes que afectarnos, nos ayudan a
crecer en la fe y en la esperanza. En su carta universal enseña: “Amados hermanos, cuando
tengan que enfrentar cualquier tipo de problemas, considérenlo como un tiempo
para alegrarse mucho porque
ustedes saben que, siempre que se pone a prueba la fe, la constancia tiene una
oportunidad para desarrollarse.”(Santiago 1:2, 3. NTV)
Si
leemos cuidadosamente el texto, entramos también a reconsiderar la perspectiva
que podamos tener hoy sobre el por qué no responde Dios a nuestras oraciones.
Podemos reflexionar en la forma cómo pedimos y para qué pedimos, pero al mismo
tiempo, considerar que a través de esa aparente tardanza, podemos experimentar
crecimiento en la fe.
¿Cómo recibir respuestas?
Tal vez se estará preguntando:
¿Qué recomienda la Biblia en camino a recibir respuestas a las oraciones?
Además de que es un muy buen interrogante, debemos comenzar la respuesta con la
necesidad de desarrollar una vida de oración constante, totalmente dependiendo
de Dios.
Tenga
en cuenta que nadie nos enseñará a orar. Aprendemos a orar, orando, como
escribe el evangelista, Luis Palau: “…uno
de los conceptos que solemos olvidar es que nadie puede enseñar a orar a otra
persona. La oración es algo que yo tuve que aprender por mi mismo y que cada
creyente tiene que aprender y practicar por sí mismo. Puedo compartir con usted
promesas bíblicas, algunas de mis propias experiencias o experiencias de mis
amigos, pero realmente no le puedo enseñar a orar. La oración es como la
natación. Rs algo que se hace en forma individual. Usted puede leer manuales
sobre la oración, puede orar a otras personas y oír lo que que esas personas
dicen sobre las respuestas a sus oraciones, pero hasta que usted no empiece a
orar no sabrá lo que en verdad es la oración. Para aprender a orar usted
necesita empezar a orar. No demore un minuto más, si la oración todavía no es
algo diario y emocionante en su vida. Se lo digo por experiencia.”(Luis Palau.
“Cristo a las Naciones”. Editorial Unilit. EE.UU. 1988. Pgs. 198, 199)
Ahora,
recordemos algunas pautas escriturales que nos llevan a recibir respuestas
cuando oramos:
1. Buenas relaciones familiares. Cuando hay conflictos con nuestro círculo
familiar, pareciera que se levanta una enorme barrera, como podemos inferirlo
de la enseñanza del apóstol Pedro: “De
la misma manera, ustedes maridos, tienen que honrar a sus esposas. Cada uno
viva con su esposa y trátela con entendimiento. Ella podrá ser más débil, pero
participa por igual del regalo de la nueva vida que Dios les ha dado. Trátenla
como es debido, para que nada estorbe las oraciones de ustedes.”(1 Pedro 3:7.
NTV)
Estar
en conflicto puede desencadenar estorbo al clamor, aspecto sobre el que debemos
meditar para aplicar correctivos de ser necesario.
2. Perdonar a quienes nos causan daño. Mantener un corazón lleno de
rencor constituye otra barrera para que nuestra relación con Dios, con nosotros
mismos y con las demás personas sea plena. El Señor Jesús enfatizó en la
necesidad de perdonar: “Si perdonas a los que pecan contra ti,
tu Padre celestial te perdonará a ti; pero si te niegas a perdonar a los demás, tu Padre no
perdonará tus pecados.”(Mateo 6:14, 15) Imagínese
a alguien clamando a Dios mientras que odia a su cónyuge, a alguien en su
familia o a una persona cercana.
3. Nuestras peticiones deben glorificar a Dios. Todo cuanto pedía nuestro amado
Salvador Jesucristo, procuraba que Dios fuera exaltado, como lo enseñó en su
oración magistral en el Getsemaní: “Yo te di la gloria aquí en la tierra, al
terminar la obra que me encargaste.”(Juan 17:4)
Esta
pauta le llevará a reflexionar que quizá cuando usted ora por que algo ocurra,
tal vez está buscando su propia gloria, que todos alrededor sepan que es
súper-espiritual.
4. Alejar toda sombra de duda. No podemos estar
pidiendo a Dios un milagro y, por otra parte, estar gobernados por la duda,
como enseñan las Escrituras: “Cuando se la pidan, asegúrense de que su fe sea
solamente en Dios, y no duden, porque una persona que duda tiene la lealtad
dividida y es tan inestable como una ola del mar que el viento arrastra y
empuja de un lado a otro. Esas
personas no deberían esperar nada del Señor; su lealtad
está dividida entre Dios y el mundo, y son inestables en todo lo que hacen.”
(Santiago 1:6-8)
La
Palabra de Dios es muy clara cuando señala que tales personas, las que se dejan
arrastrar por la incredulidad, deben esperar que se produzca un hecho
portentoso. Sencillamente la duda levanta una enorme barrera en su vida
espiritual.
5. Confiar en las promesas de Dios. Si algo tenemos claro es que lo
que anuncia nuestro amado Señor, lo cumple. Sobre ese fundamento, es necesario
que aprendamos a desarrollar confianza en sus promesas. Son como una Escritura
firmada en Notaría. Tienen toda la validez legal para que, posteriormente,
hagamos las reclamaciones. Confiar en las promesas de Dios, he ahí el secreto.
6. Dejar de lado toda motivación egoísta. Es fundamental que haya
sensibilidad espiritual. Si alguien necesita algo, antes que cerrar los ojos a
su realidad, debemos ayudarle en el proceso de clamar. Acompañarlo en esa
labor. El libro de los proverbios es claro cuando enseña: “Los
que tapan sus oídos al clamor del pobre tampoco recibirán ayuda cuando pasen
necesidad.” (Proverbios 21:13)
Concluimos
con algunos fundamentos: Es necesario desarrollar intimidad con Dios en
oración. A orar, aprendemos orando, y si procuramos que lo imposible se haga
posible, debemos perseverar. Ese tiempo de espera nos ayuda a desarrollar la
fe.
Le
animamos a permanecer, como hasta hoy, afincados en la fe de que la oración
transforma las circunstancias y es la puerta para que los milagros ocurran.
Si
tiene alguna inquietud, no dude en escribirnos a webestudiosbiblicos@gmail.com o
llamarnos al (0057)317-4913705
© Fernando Alexis Jiménez
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