La práctica de la imposición de manos es bíblica. El Señor Jesús lo hizo |
“Durante un ayuno en nuestra
congregación, uno de los líderes quería imponerme las manos para ungirme con
aceite. Personalmente tengo dudas con respecto a su desenvolvimiento cristiano,
y no se lo permití. Creo que si fuera el pastor u otra persona, con gusto
hubiese aceptado. Esta persona me recriminó fuertemente. Me acusó de no tener
fe y además, de no permitir que el Espíritu Santo se moviera con poder. Me he
sentido culpable. Tal situación me ha llevado a preguntarme, ¿quiénes pueden
imponer manos en la congregación?”
B.J.D. desde La Esperanza , en Paraguay.
Respuesta:
La imposición de manos ha generado sinnúmero de
controversias. Hoy día, sin fundamento bíblico, se han articulado muchas
corrientes de opinión y hasta doctrinas que han generado más detrimento que
beneficio a la iglesia cristiana.
¿Por qué razón? Porque –por ejemplo—muchos de los que realizan imposición de
manos, literalmente “empujan” a la
persona por la que oran para que caigan al piso.
Eso,
por supuesto, no es necesario. Cuando el Espíritu Santo se mueve en medio
nuestro, obra como quiere.
De
visita misionera en Éfeso, el apóstol
Pablo les interrogó si conocían del Espíritu Santo. Al conocer que no sabían
nada al respecto, despejó sus inquietudes. “Cuando oyeron
esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Y habiéndoles impuesto
las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y
profetizaban.”(Hechos 19:1-6)
Se
colocan las manos sobre alguien con un propósito específico. En este caso era
para que Dios a través de Pablo –como instrumento útil—fluyera, trayendo
ministración espiritual.
Imposición de
manos, un distintivo especial
Es necesario ser cuidadosos respecto a quién nos impone manos, orando |
También se encuentra registro Escritural sobre
imposición de manos con el objetivo de traer—por el poder de Dios—sanidad a
alguien, como se los explicó el Señor Jesús: “Y
estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios;
hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa
mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y
sanarán.”(Marcos 16:14-18)
Observe
que la hacer la imposición nos constituimos en instrumentos del Dios de poder en
quien hemos creído; pero debe mediar un propósito específico.
También
en cierta ocasión al Señor Jesucristo “...le fueron presentados unos niños, para que pusiese
las manos sobre ellos, y orase; y los discípulos les reprendieron. Pero Jesús
dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es
el reino de los cielos. Y habiendo puesto sobre ellos las manos, se fue de allí.”(Mateo
19:13-15).
No
creo, por tanto, que deba sentirse culpable si no sintió paz en su corazón de
que la ministrara un creyente en ese momento. Los textos que acabamos de leer
nos muestran que debe haber un propósito claro cuando se obra así, y no porque
tal o cual “sintió en su corazón imponer manos”.
Personalmente
tampoco me dejo ministrar por cualquier persona, así por que así. Y, con
fundamento en las Escrituras, encuentro que es una posición sabia y prudente.
Si alguien me ministra, debe evidenciar testimonio de vida cristiana y
consagración.
© Fernando Alexis Jiménez
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