Lo asalta la desesperación cuando enfrenta problemas |
“Si algo me
ocurre es que los problemas me desaniman. Llevo más de cinco años en la vida
cristiana, pero a veces pareciera que las dificultades son muy grandes.
Reconozco que el centro del asunto es que no se resolver esos conflictos.
¿Podrían orientarme?
L.V.H.,
desde Buenos Aires, Argentina.
Respuesta:
Respuesta:
Todos los seres humanos nos vemos inmersos en
dificultades: unas generadas por nuestra insensatez, imprudencia o
impulsividad, y otras, fruto de factores externos. Procuramos resolver los
obstáculos en nuestras fuerzas y nos encontramos—para sorpresa y a la vez
frustración--, que los problemas se agravan antes que resolverse.
Muy a pesar
nuestro, quisiéramos alejar de nuestros pensamientos esa situación, pero sigue
latente y mortificándonos. Aun cuando el asunto nos da vueltas en la cabeza, no
encontramos forma de salir del callejón en que se ha convertido ese
inconveniente. Si compartimos nuestra preocupación con alguien más, terminará
agigantándolo con sus comentarios negativos y ensombrecedores.
Terminamos
dimensionando aquél inconveniente. Lo tornamos enorme, sin que lo sea.
Agobiados, lo más probable es que nos dejemos arrastrar por las circunstancias.
¿Hay forma de
cambiar el panorama? Sin duda que sí, pero todo depende de la actitud que
asumamos. Si hay una actitud de fe, saldremos victoriosos; si por el contrario,
confesamos derrota, ruina y fracaso, jamás podremos sacar el “virus de los problemas” de nuestra vida,
hogar, trabajo e incluso, iglesia.
Enfrentando eficazmente los problemas
Si preguntamos a Dios cuál es su voluntad cuando
atravesamos problemas, nos responderá categóricamente que su propósito es que
los enfrentemos y no que salgamos corriendo, con lo que además de permanecer
allí, lo más probable es que las dificultades adquieran una nueva dimensiones y
terminen por complicarse.
Si tenemos fe
en nuestro amado Padre celestial, podremos abordar cualquier inconveniente con
el convencimiento de que alcanzaremos la victoria. ¿De qué manera? Obrando como
Abraham quien creyó en Dios. Él estaba convencido—como debemos estarlo
nosotros—que el Señor “… crea cosas nuevas de la
nada.”(Romanos 4:17 b. Nueva Traducción Viviente)
En todo el
proceso debemos evaluar si con los labios confesamos fe
negativa , es decir, “No se puede”, “Imposible”, “No resultará”;
o por el contrario, una fe positiva que profesa: “Con ayuda de Dios este problema se puede resolver”.
Dios nos llama a salir airosos en todos los problemas |
Si
encontramos que hay una actitud que proclama fracaso en medio de la adversidad,
es necesario revisar qué guardamos en el corazón porque—sin duda—es lo que
confesaremos con nuestras palabras.
El Señor
Jesús enseñó: “… lo que está en el corazón determina lo que
uno dice. Una personas buena produce cosas buenas del tesoro de su buen
corazón, y una persona mala produce cosas malas del tesoro de su mal corazón.
Les digo lo siguiente: el día del juicio tendrán que dar cuenta de toda palabra
inútil que hayan dicho. Las palabras que digas te absolverán o te
condenarán.”(Mateo 12:34-37. Nueva Traducción Viviente)
Haga ese auto
examen con toda honestidad. Probablemente descubrirá que es usted y nadie más
que usted, por su incredulidad, quien agrava los problemas y no les encuentra
solución.
Dios no
quiere que sigamos obrando bajo la óptica de la duda y la incredulidad,
sintiendo cómo luchamos en nuestras fuerzas. No hacemos más que complicar la
situación. Si por el contrario, tenemos fe que para Dios no hay nada imposible,
encontraremos salida al laberinto.
Tenga
presente que en medio de la sociedad en la que nos movemos, gobernada por el
escepticismo, usted y yo vamos contra la corriente cuando andamos en la fe como
vía para resolver las dificultades que nos asaltan con frecuencia.
No se deje arrastrar por la corriente
El mundo en
el que usted y yo interactuamos, querrá contagiarnos de la incredulidad y, lo
más probable, es que nos ofrezca soluciones al margen de Dios. Siempre,
inevitablemente, volveremos al punto de partida y quizá con inconvenientes más
grandes. No podemos permitirlo. Es una decisión individual en la que debe
prevalecer nuestra fe.
Sobre este
particular el rey Salomón escribió: “Delante de cada persona hay un camino que parece correcto, pero
termina en muerte.”(Proverbios 16:25, Nueva Traducción Viviente) Aunque la
sociedad nos ofrezca posibilidades para salir de la crisis, el verdadero camino
está en Dios.
Cambie su forma de pensar
Hasta tanto
sigamos dimensionando los problemas y dejando de lado la fe en el dios de poder
que nos ayuda a resolver los problemas, seguiremos perdidos en el laberinto. Es
imperativo que transformemos nuestra forma de pensar y así cambiará nuestra
forma de actuar.
El apóstol
Pablo fue claro cuando enseñó a los cristianos de Roma en el primer siglo, y a
nosotros hoy: “No imiten las conductas ni las costumbres de
este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al
cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de
Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta.”(Romanos 12.2, Nueva
Traducción Viviente)
No podemos
permitir que nos mueva la duda que prevalece en nuestra sociedad. Sólo
avanzamos en la medida en que permitimos que Dios transforme nuestra manera de
pensar, que alimentemos la fe en el poder de Dios—que es ilimitado—y nos
convenzamos que puede resolver nuestros problemas.
¡Es tiempo de
que se produzca un cambio de 180 grados en el curso de nuestra vida! Con el
acompañamiento de Dios, los tropiezos cotidianos y que nos roban la paz, pueden
transformarse en soluciones y oportunidades para crecer en las dimensiones,
personal y espiritual.
© Fernando Alexis
Jiménez
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