A través de la Consejería Pastoral brindamos aconsejamiento a las personas |
Ps.
Fernando Alexis Jiménez
"Los
cimientos son esenciales para que una estructura pueda soportar varios pisos.
En caso de que la cimentación sea débil, inevitablemente se producirá un
colapso y el edificio se vendrá a tierra". Con estas palabras un amigo
ingeniero con quien dialogaba en la oficina, sustentó la importancia de
tener una base sólida en toda construcción.
Igual
ocurre con nuestra vida. A menos que haya un buen basamento, experimentaremos
trastornos que serán evidentes a todos. Enfrentaremos dolor y lo provocaremos
en los demás.
Hace
pocos días leí el libro "Relaciones Humanas Aplicadas" del sicoterapeuta
Juan Francisco Gallo quien asegura que la situación no solo es preocupante sino
que podría evitarse con una edificación personal y espiritual apropiada.
En
su criterio: "Los
complejos, la timidez, el nerviosismo, la preocupación, el temor, la agresividad
y la inestabilidad de ánimo, son trastornos de la conducta originados
en la mala formación de nuestra personalidad, o sea, que los materiales con
los que está fundamentada son falsos y maleables"( "Relaciones
Humanas Aplicadas",
Pag. 21. Ediciones Paulinas. 1987. Santafé de Bogotá. Colombia).
Considero
que se trata de una ilustración que grafica dos elementos sobre los que debemos
trabajar como preámbulo a una Consejería Cristiana eficaz, oportuna y bíblica: la
Personalidad y
la Conducta.
Para
quien estudio sicología o quizá recibió asignaturas afines durante su formación
académica en el Seminario o
en el Instituto Bíblico, es fácil comprender de qué se trata; sin embargo, como
aspiramos tornar muy sencilla la enseñanza de
tal manera que además de asequible a todo Pastor, Obrero o Líder que
trabaja en la obra de Jesucristo, sea muy práctica, debemos comenzar por
definir estos dos grandes conceptos de manera que los podamos comprender y
asimilar con facilidad.
La
Personalidad
Latinoamérica
se vio sacudida hace algún tiempo con la noticia sobre un hombre que,
comenzando la mañana y frente a su negocio de ferretería en una plaza de mercado,
procedió a agredir con un destornillador a los transeúntes. No había razón
aparente para su comportamiento.
Las
autoridades reaccionaron con rapidez. Pese a ello no fue fácil detenerlo, es
más, era literalmente imposible. Seguía lanzando ataques con aquella
herramienta.
Los
intentos de un agente del orden por detenerlo degeneraron en una gresca hasta
que un disparo zanjó las diferencias. El hombre murió.
Su
tragedia había comenzado dos horas atrás. Apenas se sentó a beberse un café en
el desayuno, la esposa le recordó que debían tres meses de renta, a los hijos
les habían devuelto dos veces de la escuela por estar atrasados en el pago de
la colegiatura y, además, aquél día no tenían nada para el almuerzo. "¿Qué
hago, mujer,
si el negocio cada día va peor?", gritó ofuscado al tiempo que echaba
por el suelo el
pocillo con café. Salió dando tremendo portazo. Estaba angustiado. La más
mínima provocación desencadenó su ira irracional.
Alguien
que presenció la escena resumió el asunto al decir: "A este pobre
hombre lo mató la desesperación". Tenía razón. Estaba atravesando por
un mal momento que se dimensionó como producto de problemas en
su personalidad.
Un
hombre de la antigüedad a quien se consideraba ejemplo, delante de Dios y de
los hombres, la esencia misma de la rectitud, se encontró en un abrir y cerrar
de ojos en una penosa situación: perdió sus posesiones, en un absurdo accidente
murieron sus hijos y para coronar la sucesión de incidentes trágicos, evidenció
una enfermedad que no podían controlar los médicos de la época.
Es importante brindar un consejo a tiempo, a quien lo necesita hoy |
Fue
una presión externa
enorme que golpeó su vida y, por ende, su personalidad. Presa de la
desesperanza escribió: "Perezca el día en que yo nací, y la
noche que dijo: "Un varón ha sido concebido". ¿Por qué no morí yo al
nacer, o expiré al salir del vientre? Porque ahora yo yacería tranquilo; dormiría,
y entonces tendría descanso...¿Por qué se da luz al que sufre, y vida al amargado de alma;
a los que ansían la
muerte, pero no llega, y cavan por ella más que por tesoros; que se alegran
sobremanera, y se regocijan cuando encuentran el sepulcro? Porque al ver mi
alimento salen mis gemidos, y mis clamores se derraman como agua. Pues lo que
temo viene sobre mi, y lo que me aterroriza me sucede. No tengo reposo ni estoy
tranquilo, no descanso, sino que me viene tribulación"(Job 3:1, 11,20, 21,
24-26. La Biblia de las Américas).
¿Le
resultan familiares estas reacciones?¿Acaso ha tenido la oportunidad de
apreciar actitudes así
en amigos, familiares o tal vez en su propio ser? Si es así -como no dudo que
haya ocurrido "hay problemas de personalidad tras los comportamientos
errados descritos. Ese es el punto clave al que debe dirigirse el Consejero
Cristiano. Ahora, para alcanzar mayor eficacia en
la tarea, tanto de análisis como de acompañamiento con una orientación
fundamentada en las Escritura,
es necesario que definamos qué es la Personalidad.
La
forma más sencilla de describir la personalidad es precisando que se trata del
conjunto total de nuestras facultades físicas, mentales y emocionales, que a lo
largo de la vida de cada ser han sido construidas a partir de vivencias,
experiencias y aprendizajes tanto favorables como desfavorables, positivos y
negativos.
Estos
rasgos nos tornan distintos de las demás personas. Son algo único en cada
hombre y mujer, porque igual, cada uno de nosotros es un mundo diferente. Sobre
esa base, es natural que las reacciones difieran en las personas cuando reciben
un estímulo igual. Por ejemplo: a Job, el personaje bíblico, le avisaron que
había perdido sus propiedades y más aún: sus hijos. Se pronunció con calma ante
quienes trajeron las malas noticias:"Desnudo salí del vientre de mi
madre y desnudo volveré allá. El Señor dio y el Señor quitó; bendito sea el
nombre del Señor" (Job 1:22. La Biblia de las Américas).
Moisés,
el profeta que guiado por Dios sacó a Israel de
la esclavitud egipcia,
también experimentó una situación delicada. Caminando en el desierto habían
llegado a un lugar entre Elim y Sinaí. Tenían hambre y fatiga. "Y
toda la congregación de los hijos de Israel, murmuró contra Moisés y contra
Aarón en el desierto." Los dos siervos de Dios se llenaron de angustia.
¡Era toda una nación en
su contra! Fueron al Señor en procura de ayuda. La calma retornó cuando Él se
pronunció: "Entonces el Señor le dijo a Moisés: he aquí, haré llover pan
del cielo para vosotros, y el pueblo saldrá y recogerá diariamente la porción
de cada día, para ponerlos a prueba si andan o no en mi ley"(Exodo
16:2, 4. La Biblia de las Américas).
Como
podrá apreciar, mientras que Job guardó la calma y recurrió a Dios cuando las
circunstancias se hicieron cada vez más difíciles y minaron su confianza en el poder divino,
en Moisés la reacción fue opuesta: inmediatamente buscó al Supremo Hacedor
porque en ocasiones, fácilmente sucumbía a las presiones.
El
ego, las circunstancias y la personalidad
Al
primer concepto es
esencial que le añadamos otro que está íntimamente ligado. Se trata del yo o
del ego que
hay en todo ser humano. Es lo que la Biblia llama espíritu. Vendría a ser el
eje central de nuestra personalidad.
¿Ha
observado con detenimiento las aspas de un ventilador al girar? Pues bien, si
tomamos esta gráfica mental para ilustrar el asunto, diríamos que el yo es
el punto central sobre el que la hélice da vueltas y vueltas.
Ahora,
se preguntará usted, ¿qué relación hay entre el ego y
la personalidad?
Para ilustrar la respuesta, tomaremos como ejemplo un cerillo. Sobre esta base,
el ego es
el trozo de madera o de
papel encerado sobre el que se fija el fósforo. La acción de
pasar el fósforo sobre una superficie corrugada para generar el fuego, vendría
a ser como las circunstancias que
ejercen influencia en el ego; y la llama sería,
en este caso específico, la personalidad, es decir, lo que se
produce al término de todo el proceso. Son tres elementos que están
estrechamente unidos entre sí.
Un
ser que tenga la cimentación necesaria para guardar equilibrio frente
al cúmulo de factores positivos y negativos que afectan su vida desde fuera,
sin duda reaccionara con equilibrio. Por el contrario, quien tiene problemas en
su personalidad, desencadenará reacciones impredecibles. ¿Comprende ahora el valor de
la sana personalidad y por qué razón el Consejero Cristiano debe tomar nota del
asunto antes de brindar una orientación a quien le consulta su problema?
Ahora,
¿de qué manera influye el yo o
el ego?
Es como la página en blanco que tengo abierta en el computador.
Está vacía. Pero conforme voy escribiendo, tendrá un mensaje que usted podrá
leer. Todo depende de la concatenación de términos, frases y párrafos que
consigne allí. Bien podría escribir una novela costumbrista
latinoamericana o, como lo estamos haciendo, un MANUAL
DE CONSEJERIA PASTORAL. El papel (en este caso el yo o
el ego)
es el mismo en todos los casos, el resultado es el fruto de todo aquello que
escriba (lo que llamaríamos personalidad, para el
ejemplo que nos ocupa).
Hay
algo más que debo agregar: nuestra Personalidad no
es estática;
por el contrario, es dinámica.
Jamás podemos decir que ya está formada porque siempre está en proceso de
formación. Se desenvuelve en actividad y evolución pero
también puede manifestar deterioro cuando dejamos de lado cultivarla,
orientarla y desarrollarla mediante el proceso constante de crecimiento
personal y espiritual, y por supuesto, de sanidad interior.
En
particular estas últimas palabras le invito para que las lea de nuevo y tome
conciencia de que todo ser humano, cuando mediante una adecuada orientación, es
encaminado a asumir y a avanzar en el proceso de transformación de Dios, puede
cambiar. ¡No todo está perdido!.
Satanás,
nuestro adversario espiritual y quien mantiene al mundo cegado a la nueva
oportunidad de vida que ofrece Dios gracias a la obra redentora del Señor
Jesucristo, nos vende la idea de que no podemos cambiar y, cuando lo estamos
logrando y por alguna razón fallamos, nos trae desánimo. Sin embargo en Jesucristo
hay esperanza. Él dijo: "Yo soy la puerta; si
alguno entra por mí, será salvo; y entrará y saldrá y hallará pasto. El ladrón
solo viene para robar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y
para que la tengan en abundancia"(Juan 10: 9, 10).
El
Consejero Cristiano debe conocer elementos esenciales que componen a todo ser
humano. La gran diferencia es que no pretende ser psicólogo y menos competir
con el sicoanalista, sino brindar aconsejamiento con fundamento en los
principios de vida que se hallan en las Escrituras.
Cuando
tenemos una comprensión básica del yo o del ego, su relación con las
circunstancias exteriores y de qué manera se forma una personalidad, podemos
afirmar que la personalidad se puede mejorar, transformar y perfeccionar.
La
Conducta
Ahora,
¿cómo definimos la Conducta?
Es sencillo. Conducta es
la manifestación de la Personalidad. Podríamos decir que la conducta es el
lenguaje o
medio a través del cual se expresa la personalidad.
Si
tenemos una personalidad que
tiene conflictos y
problemas, reflejaremos estas anomalías en nuestros hechos, es decir, en la conducta.
Nadie que enfrente desórdenes tendrá una conducta equilibrada.
Hay
un hecho que no podemos desconocer. Es el de personas que en apariencia son
absolutamente calmadas y equilibradas, pero sorpresivamente tienen
comportamientos que riñen con la imagen que
nos habíamos formado. ¿Qué ha ocurrido en tal situación? Que el individuo ha
estado tratando de disimular y ocultar sus condiciones personales, antes que
disponerse a superarlas. Cuando toma la determinación apropiada, es decir,
volcarlse al cambio de la mano del Señor Jesucristo, es posible mejorar y
transformar el Carácter,
la Personalidad y
la Conducta.
© Ps.
Fernando Alexis Jiménez
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